Una de las causas del desgaste del parque automotor es la carencia de repuestos. La falta de producción, las dificultades para importar y las consecuencias de que hasta 2007 la demanda venezolana se supliera con la oferta de muy variados modelos, complica encontrar recambios. Quien los importa impone el pago de contado a valor “negro”, más la ganancia, el flete y el compromiso de pagar una diferencia si, al llegar la mercancía, el valor “negro” bolívar-dólar se desvía. Lo peor es que eso no garantiza la disponibilidad inmediata y tampoco que sean repuestos originales. Un juego de cables de bujías, que en su mercado de origen vale US$60, puede costar Bs.6mil. Por ello abundan autos de marca reciente con choques sin reparar. Faltan espejos, micas, faros.
La falta de repuestos también afecta a la industria. Las operaciones de posventa deben sostener a los concesionarios —hay menos de 500. En cualquier país, la venta de nuevos ejemplares sostiene a los concesionarios y subsidia parcialmente el costo del servicio posventa —a fin de ofrecerlo al cliente como valor agregado. En Venezuela, al no haber mercancía, los concesionarios deben generar ingresos con la posventa. La facturan a su valor real y eso incluye el costo del herramental, puentes de servicio, escáner, software, etc.
Mientras esto siga siendo así, atender al auto en un concesionario seguirá siendo caro. Pero más oneroso es recurrir a mecánicos informales y repuestos genéricos.
Fuente: revista-climax.com
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